Saquen a la gallina
¡Saquen a la gallina!
Sergio Augusto Vistrain
Hoy quiero compartir con ustedes una anécdota que contaba el Tío Agustín. Una anécdota tan verídica como todas las que él contaba, y tan chusca como muchas de su amplio repertorio.
Se trata de una de esas ocasiones en las que, luego de un deceso, los deudos de la persona se reunían en familia durante 9 días para rezar el Santo Rosario (el novenario), por lo general en la habitación más amplia de la casa del interfecto, por lo que no era raro toparse por ahí con alguna de las mascotas (perros o gatos, por ejemplo) o, incluso, con animales de corral (gallinas, guajolotes o pichones), como solía ser en casa de mi abuela.
Algunas veces llegaba alguna rezandera, es decir una señora que rezaba los rosarios de todos los difuntos del pueblo, por lo que se lo sabía, yo diría que casi de memoria.
Pero, en otras ocasiones, era alguna mujer de la propia familia quien se encargaba de dirigir el rezo. Ya saben "Padre nuestro que estás en los cielos... en la tierra como en el cielo..." a lo que todos los presentes respondían "...Danos hoy nuestro pan de cada día... libranos del mal", luego de lo cual seguían 10 Avemarías: "Dios te salve María... de tu vientre, Jesús", y el clamor de los presentes continuaba; "Santa María madre de Dios... Amén", y así hasta llegar al "Gloria" y luego los Santos Misterios, según el día de la semana.
Hasta ahí todo normal excepto que, como dije, había diferentes animalitos recorriendo toda la casa con absoluta libertad.
Vale decir que ese día, el rezo estuvo a cargo de una rezandera, una señora de mirada dulce y tierna, pero bastante mal geniuda e intolerante, a quien además le molestaba sobremanera que los animales anduvieran por ahí entre las personas que estaban rezando, porque le parecía una total falta de respeto, tanto al difunto, como al Señor.
Para fortuna suya todos los animales que había en la casa andaban por ahí escondiéndose de tanta gente extraña. Todos, excepto una gallina blanca.
—¡Shit, saquen a la gallina! — dijo la rezandera, justo antes de comenzar el rezo para pedir por el descanso eterno del difunto.
—¡Shit, saquen a la gallina! — varias veces más repitió la señora, mientras intentaba continuar con el respectivo Rosario por el alma del recién fallecido.
Y es que una de esas aves propiedad de la familia merodeaba por ahí, en busca de algo qué comer, pasando entre las personas, por entre los muebles de la habitación y también por debajo de estos.
Pero parece ser que nadie hacía caso de las voces que daba esa mujer contratada para conducir el rezo, así es que continuaba, cada vez más molesta, rezando y pidiendo que alguien la sacara, pues se trataba de un momento solemne, que no debía ser perturbado por nada, y menos por una insignificante ave de corral.
Así continuaron las cosas y, cuando tocó rezar el “Avemaría”, se escuchó lo siguiente...
—Dios te sal… ¡Shit, saquen a la gallina!
—Dios te salve María, llena eres… ¡Shit, saquen a la gallina!
—... llena eres de gracia, el Señor es con… ¡Shit, saquen a la gallina!
—... el Señor es contigo. Bendita tu ent... ¡Shit, saquen a la gallina, no se vaya a cagar...!
—...entre todas las mujeres..,
Tal vez no sobra decir que el tío Agustín necesitaba demasiado pocos motivos para reírse, casi de lo que fuera, así es que, corriendo salió de aquella habitación y se dirigió a la calle doblándose de la risa, cosa que, por supuesto, fue muy mal vista por todos los familiares y amigos del difunto. Pero él no era capaz de parar de reír, igual que nosotros en casa cuando llegó y nos contó lo sucedido.
A la fecha, cada vez que cuento esta historia, mis escuchas no paran tampoco de reír.
Bueno, nadie negará que la escena fue bastante chusca.
FIN
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