A Abraham Nadelsticher Mitrani (Bumy)

A Abraham Nadelsticher Mitrani (Bumy).

México, D. F., junio de 2003.

En 1985, por alguna razón que no podría explicar, decidí que me inscribiría con el Profesor Abraham Nadelsticher Mitrani para tomar la materia de “Metodología de la Investigación I”. Así lo hice y el día que asistí a la primera clase mi vida cambió totalmente, comenzando por la perspectiva que hasta entonces tenía de la carrera de Psicología Social, misma que estudiaba desde hacía tiempo, aunque debo confesar que sin mucho ímpetu, pues no le veía ningún futuro, ni entendía, a ciencia cierta, lo que en realidad era, pues en esas fechas los mismos profesores de la carrera no lograban ponerse de acuerdo acerca de lo que hacía, o debía hacer, un profesional de esa rama del conocimiento.

Pero esa tarde supe que había algo que podía hacer una vez terminando la profesión que, sin saber a ciencia cierta por qué, había elegido muchos años atrás. Supe que, si así lo decidía, podía dedicarme el resto de mi vida a hacer investigación del comportamiento, y que esa actividad tenía un gran futuro dentro del campo de la mercadotecnia; específicamente en la investigación de mercados.

El caso es que esa misma noche llegué a casa con la plena convicción de redactar mi renuncia para presentarla al otro día para dejar mi plaza de maestro de Matemáticas en la Escuela Secundaria de Otumba, Estado de México, donde me desempañaba por tercer periodo lectivo. Llegada la mañana siguiente, acudí a la escuela, me despedí de mis alumnos, de mis compañeros maestros y de mi Directora, la Maestra Gumara Ríos Reyes. Cogí mi cuaderno y mis libros, entregué el departamento donde vivía (en San Pablo Ixquitlán) y me mudé a la ciudad de México para dedicarme de tiempo completo a terminar mi carrera.

Al igual que varios de mis compañeros, estudié con Bumy, no sólo Metodología de la Investigación I, sino también Metodología de la Investigación II, III y IV, y asimismo tomé con él los cursos de SPSS I y SPSS II, como materias optativas.

Por extrañas, pero afortunadas razones, las otras materias que en ese momento tenía pendientes de cursar eran casualmente Estadística I, Estadística II, Estadística III, Trabajo de Campo, Teoría y Técnica de la Entrevista, Medición de Actitudes, Grupos Teoría y Grupos Práctica, materias todas ellas que me servirían maravillosamente para convertirme en el investigador que en esos momentos deseaba ser, y que ahora soy.

Cuando aún no terminaba mis estudios, en más de una ocasión Bumy me dijo que era su deseo que yo trabajara con él. Pero yo no quería hacerlo sin antes haber terminado todas mis materias y hasta mi tesina, y a ello me dediqué durante los poco menos de dos años que tenía para concluir mi instrucción universitaria.

Mientras tanto, disfruté intensamente de lo informativas, formativas, demostrativas, ilustrativas, amenas, y hasta divertidas clases del querido maestro Bumy. Me regocijé trabajando con mis compañeros (Paty, Felipe, Chucho, Anabel, Anita, Martha, Laura, Irela, Enrique, Francisco, y una larga lista que prefiero no intentar completar por temor dejar fuera a alguien importante), tratando de correr el legendario SPSS, desde las terminales de aquella inmensa computadora, y cotorreando con ellos en los pasillos, mientras esperábamos a que salieran nuestros “resultados”; unas verdaderas "sábanas" de papel con los bordes perforados, que era como los despachaba aquella legendaria "HP-3000".

Otras veces estábamos en clases escuchando al maestro, o discutiendo cómo llevar a cabo tal o cual experimento, o bien exponiendo cómo lo  habíamos realizado cada uno de nosotros, en fin convirtiéndonos todos en investigadores del comportamiento.

Vale decir que, gracias a los compañeros que seguimos a Bumy hasta el curso de Metodología de la Investigación IV, quienes se convirtieron en encuestadores para la fase cuantitativa de mi proyecto de tesis profesional, pude completar las 384 encuestas que necesitaba. Claro está, con el respaldo del Maestro, quien estuvo, de principio a fin, muy interesado en mi proyecto, mismo que fue uno de los más consultados en la biblioteca de la Universidad y que luego fue publicado en el sitio web de la misma. El título es Autoconfianza; seguridad en sí mismo.

Recuerdo que en cierta ocasión, entre asustados y muertos de la risa, mirábamos impávidos al gran Bumy tirado en el suelo, después de escuchar de labios de una compañera que “si el nivel de significación es pequeño, entonces la hipótesis nula se acepta”. Y es que el profesor le había repetido, no menos de 10 veces, que "cuando el nivel de significación es pequeño, entonces la hipótesis nula SE RECHAZA". Recuerdo que, cada vez que le repetía la lección, le recalcaba que, de acuerdo con los resultados obtenidos por el SPSS, en relación con los datos de una encuesta que acabábamos de realizar entre todos, el nivel de significación era "muy pequeño (> 0.03)", y entonces le volvía a plantear la pregunta: "¿La hipótesis nula se rechaza o se acepta?", a lo que volvía a escuchar la misma respuesta: "Se acepta, profesor". Creo que después de aquella lección nunca, ninguno de nosotros, pudimos olvidar que "no se acepta; se rechaza".

Tengo también presente que un día de su cumpleaños, reunidos en casa de nuestro admirado profesor, lejos de las computadoras, lejos de la estadística, de la metodología, del SPSS y hasta de la universidad, disfrutamos con él, en calidad de grandes amigos, de la alegría de convivir, de compartir y de vivir. Recuerdo que en esa ocasión, estábamos todos tan "alegres", que a la siguiente semana el profe tuvo que estrenar un nuevo par de lentes de contacto, pues nunca pudimos encontrar el que se le cayó entre abrazo y abrazo; entre brindis y brindis. En fin, ¡qué tiempos aquellos...!

Terminados mis estudios, comencé a trabajar en la agencia que había él constituido con otra persona. La agencia se llamaba Newell-Nadelsticher, misma tronó poco tiempo después, por diferencias entre los socios, razón por la cual, y gracias a la recomendación de Bumy, quien para ese tiempo era ya mi compadre, porque me había hecho el inmenso honor de llevar a bautizar a mi hija Aurora, me fui a la Universidad Autónoma Metropolitana para desempeñarme como Jefe de Investigación y Desarrollo, donde me tocó trabajar con el examen de admisión y realizar algunos estudios de opinión entre la comunidad universitaria: estudiantes, aspirantes, profesores y egresados (entre ellos, Bumy, por cierto).

Mientras tanto, Bumy había decidido asociarse con quien en Newell-Nadelsticher jugaba un doble papel: el de cliente y el de colaborador, pues aquella agencia estaba realizando un estudio de imagen para el entonces gobernador del estado de Aguascalientes, Miguel Ángel Barberena, padre de Manolo, quien durante ese tiempo trabajó conmigo, codo con codo, en el proyecto, y se fundó entonces la tan prestigiosa firma de Pearson.

A propósito de Pearson, entre sus primeros clientes figuraba Colgate-Palmolive, empresa a la cual me integré después como Coordinador de Investigación de Mercados, por supuesto, gracias a la recomendación de Bumy, donde, dicho sea de paso, tuve el honor de conocer a quien más tarde se convertiría en la dichosa esposa de Bumy: Laura Ruvalcaba, que se desempeñaba en esa empresa de productos de limpieza como asistente de investigación de mercados. Ahí me tocó tratar con mi compadre en una muy provechosa relación cliente-proveedor que, bien vale la pena decirlo, me dejó también un gran aprendizaje.

Tiempo después, escuchando los incuestionables consejos de quien para entonces había sido ya mi profesor, mi jefe, mi amigo, mi compadre, mi sujeto de investigación y mi proveedor, decidí constituir mi propia agencia de investigación de mercados, desde donde me tocó tratar con Bumy como cliente mío, haciéndole procesamiento de datos. Otra experiencia, no sobra decirlo, muy enriquecedora también.

Por aquellos tiempos, por cierto, recuerdo que pasábamos en casa grandes momentos celebrando los primeros cumpleaños de mi hija Aurora. Cada año, sin falta, encargábamos un delicioso borreguito del que la pancita, por supuesto, siempre estaba reservada para el padrino Bumy, a quien le encantaba comerla recién salida del horno. Fueron siempre momentos a los que, con ese maravilloso carisma que lo caracterizaba, convertía en los eventos más alegres, espectaculares e inolvidables. ¿Quién no recuerda sus actos de magia, sus chistes, sus bromas, su chispa, su gracia, o sus sinceras y espontáneas muestras de gran afecto hacia los demás?

Con mucha pena por no haber estado cerca de él en los últimos años de su presencia entre nosotros, hoy, a poco más de un año de su fatal y doloroso deceso, rindo un muy sentido y muy especial homenaje al profesor, al jefe, al colega, al proveedor, al cliente, al amigo, al compadre, en una palabra, al hombre. A ese hombre que marcó mi vida, a ese hombre que se convirtió en mi "ejemplo a seguir", a ese gran hombre a quien llevaré siempre en mis recuerdos.
 

“Nada está demostrado, hasta que ha sido plenamente demostrado”
¿Te acuerdas, Bumy...?


Con todo mi afecto, respeto y consideración,
Sergio Augusto Vistrain Díaz.


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